viernes, 12 de junio de 2020

No hay un panteón


No hay un panteón en la casa, pero lo visito igual.
Me asomo y en la penumbra es todo silencio,
salvo los pasos que va dibujando mi mente
mientras hago cálculos de la profundidad que no veo.
Dejo de ser corpóreo.
Camino sobre mis piernas que no tengo, estiro mi mano
y dedos que no tengo intentando tocar el sonido.
Se escucha música sin ruido. Me despojo en el relajo.
No entiendo lo que pasa pero me pongo débil,
estoy bailando en el tiempo, como cuando era más grande,
como cuando era más joven.
Me compongo desencajado, sin distinguir en qué me convierto
mientras inicia un vaivén de imágenes fractales
que se interponen para atravesarme,
hasta que en un fragor termino bebiendo de sus esporas.
Todo tan rápido. Yo estático.
Abro los ojos y me veo corriendo perdido en el recuerdo de alguien,
me asusta que solo funcionen mis ojos. No hay nadie.
Entonces se manifiesta la necesidad de respirar,
acompañado de un aroma intenso poco agradable
que habilita al resto de mis sentidos a componerse y
mediante dignas acrobacias volver a la fraga que pertenezco.


No hay comentarios: